Por Ivette Estrada

Escribir la propia vida puede generar un impacto positivo a nivel profesional al posicionarse como autoridad en un determinado sector y dar a conocer logros, ideas y aportaciones. Pero más allá del impacto en el branding personal, subyace un poder de auto revelación al escribir la propia vida.

Es adentrarse en el entramado, muchas veces inconsciente, de las percepciones de vida y desentrañar el impacto de distintos sucesos. Se genera entonces una suerte de autodescubrimiento y se develan dones que en el día a día pasaron inadvertidos.

Es verdad que la vida no es una serie de sucesos en los que podemos tener una relativa o nula influencia, pero es la manera en la que decantamos los hechos, y la manera como lo narramos, como se gesta realmente la vida.

Entonces, atreverse a narrar la propia vida, es una autoexploración que permite fortalecer la auto imagen y valorar lo vivido desde nuestra óptica. Es convertirnos, de una manera real y literal, en “arquitecto de nuestro propio destino”.

La autobiografía es una modalidad literaria en la que sobresalen las Confesiones de Agustín, el libro de Rousseau y las Confesiones inefables de Dalí.

Pero la autobiografía no escribe la vida no como un registro, sino como el espacio donde el yo se realiza, reinventa, emerge y se transforma. En este género los textos pueden construir identidad, pero también impugnar la identidad atribuida al producir escenarios alternativos o inconexos de identificación.

Una característica sobresaliente de este género literario es que no se relaciona con el presente: También pueden actuar sobre el pasado por sus efectos retrospectivos donde confluye el narrador y testigo.

¿Y crear el futuro? También. La prolepsis permite asomarnos al devenir en una suerte de elucubración, fantasía o deseo.

La auto biografía, en suma, nos permite escribir nuestra historia al tiempo que nos reconocemos y asumimos los roles que siempre quisimos. Y en este proceso de recabar partes fundamentales que den cuenta de quiénes somos, qué hacemos y para qué, es factible que nos revaloremos con los atributos y roles que permanecían agazapados en el trajinar de todos los días.

La autobiografía descubre, cura, enaltece, sana y deja uno de los legados más importantes que pueden darse a las generaciones nuevas, a colegas, amigos y maestros. Es la presentación más impactante de cómo concebimos la vida, en qué creemos, que aprendimos, los retos que afrontaremos…

Es una herramienta de publicidad no intrusiva, pero también el espejo más fidedigno al que nos enfrentaremos hasta el último día de nuestra vida. ¿Quién se atreve a contar su vida?