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Por Martín de J. Takagui

Después de conocerse los resultados de quienes serán las candidatas presidenciales, por parte de Morena y sus aliados, Claudia Sheinbaum, como del Frente Amplio por México, Xóchitl Gálvez se desataron los aspirantes para la candidatura a Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, pero de todos ellos no se hace uno.

El primero en saltar al ruedo fue el Superman capitalino, Omar García Harfuch, exsecretario de Seguridad Ciudadana, quien es visto por la población como un jefe policíaco eficiente, con siste vidas después de que su vehículo, gracias a que era blindado soportó el embate de más de 400 disparos de armas de grueso calibre y salió herido, pero vivo, con vida.

Bien parecido, para muchas y muchos, como se demostró cuando Azucena Uresti, durante una entrevista que concedió a directivos y conductores de Milenio TV, le planteaba preguntas, como si quisiera conquistarlo y convertirse en Primera Dama de la Ciudad de México.

Su físico, su voz, su forma de hablar pausada, sin exacerbarse, los resultados ofrecidos y el mostrarse como el consentido de la ex jefa de gobierno, Claudia Sheinbaum y ahora, próxima candidata presidencial del partido en el poder, convierten a Omar, de 38 años de edad en un buen candidato, en un candidato atractivo, sobre todo para el sector electoral femenino.

Pero hay que recordar que no siempre un buen candidato es un buen gobernante y lo hemos visto en los gobiernos recientes, ahí está Miguel Ángel Mancera, quien entregó buenas cuentas como Procurador General de Justicia de la Ciudad, pero resultó un pésimo gobernante que no aguantó su instinto policíaco y llegó a organizar equipos de espionaje, para tomar mejores decisiones en busca de un mejor control de la ciudad.

Otro gran carita que llegó al poder, es nada menos que el expresidente Enrique Peña Nieto, quien en su campaña desbordaba pasiones y las señoras, desbordaban los cercos de seguridad, pero resultó ser un gobernante gris, en cuyo gobierno floreció la corrupción y el mal gobierno que llevó a la derrota definitiva del Partido de la Revolución Mexicana (PRI).

Pero esos son dos ejemplos de lo que hemos vivido en el país y en la capital; sin embargo, las amenazas de candidatos deplorables aparecen y se apagan, como lo ha sido el caso de Cuauhtémoc Blanco, exitoso y popular futbolista pero como gobernante resultó un destructor, tanto en el ayuntamiento de Cuernavaca, como en el estado de Morelos, en donde ya les urge que se acabe su gobierno.

El Temo sin cuello, se calentó de más y ya estaba dispuesto a pedir licencia al Congreso de Morelos para separarse del cargo de goberladrón para convertirse en candidato de Morena a la jefatura de Gobierno de la capital, pues argumentaba ser capitalino de nacimiento, aunque su residencia está vigente en Morelos.

El problema no fue su residencia ni su militancia ni su arrastradez frente al presidente Andrés López Obrador, sino que se trata de un personaje que venía formado muy atrás de García Harfuch, de Clara Brugada, la alcaldesa de Iztapalapa, a quien tampoco le alcanza su local popularidad para toda la ciudad.

A muy buen tiempo, se le paró enfrente, como defensa central Mario Delgado el presidente de Morena, quien le paró los tacos al futbolista, y lo obligó a descartar sus aspiraciones, con el cuento de que ya verán cómo lo acomodan en el gabinete de Claudia Sheinbaum, si es que gana la Presidencia de la República.

También apareció en la cancha electoral para la capital el subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud a nivel Federal, Hugo López Gatell, con el antecedente de un pésimo manejo de la pandemia de Covid-19, cuyas conferencias de prensa diarias durante la crisis sanitaria estaban llenas de mentiras y de protagonismo que trató de capitalizar como un Rockstar conquistador.

Pero López Gatell más que gobernar a una ciudad como la capital del país, lo que busca es poder, fuero e impunidad, porque sabe que hay decenas de denuncias penales y administrativas que lo responsabilizan por sus pésimas decisiones que propiciaron la muerte de miles de mexicanos.

Todos quisieran gobernar, pero no hay quién tenga los tamaños políticos para darnos tranquilidad en la capital del país, del lado del Frente Amplio Por México, para hacer mancuerna con Xóchitl Gálvez, tampoco hay gallos ni gallinas.

El panista Santiago Taboada, Alcalde de Benito Juárez, es el más popular de los alcaldes serios, con capacidades políticas y administrativas, pero lo besó el Diablo, cayó en el infierno de la Benito Juárez, de donde salieron sus antecesores que ahora viven en celdas con rejas por las tranzas que hicieron dentro del llamado Cartel Inmobiliario que les dejó millonarios dividendos y el blanquiazul no haya la forma de lavarle la cara a su alcalde.

Por otro lado se encuentra en la competencia la alcaldesa de Álvaro Obregón, Lía Limón, también panista, quien levantó la mano desde hace varias semanas o meses, pero que no levanta su popularidad.

La también aspirante, que no se sabe de qué partido es, pero que gobierna a golpe y porrazo la Alcaldía Cuauhtémoc, la capital de capitales, Sandra Cuevas, se dice protegida por el senador con licencia Ricardo Monreal, que quedó en el último lugar de las encuestas por la presidencia de la República con Morena, quién sabe si le alcance ese capital, aunque también presume apoyo de Jesús Zambrano, dirigente nacional del PRD, que está a punto de desaparecer como partido político.

Sandra Cuevas ha buscado popularidad a costa de todo, hasta al bote fue a dar por presuntas irregularidades y violaciones a la ley. La obligaron a pedir perdón públicamente a los policías ofendidos, se bronqueó con Claudia Sheinbaum y se metió al corazón de Tepito a retar y a mentarles la madre a los del Cartel de la Unión y al crimen organizado que desde ahí opera el narco para toda la ciudad, pero nada le ha valido más que para que los ciudadanos puedan opinar que es una mujer con muchos huevos en la canasta.

Revuelo

Son muchos los tiradores para la candidatura al gobierno de la capital, pero la verdad es que no hay un solo estadista, una sola figura, hombre o mujer que haya demostrado capacidades técnicas, políticas, administrativas y hasta la sensibilidad para identificarse con los ciudadanos que hoy exigen resultados más que popularidad.

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