Por Jorge Manrique, Rector del Colegio Jurista y director general de Gobierno de calidda, consultoría de políticas públicas

¿Las ideas son nuestras o de quien nos emplea? Este es un viejo dilema que en el mundo real puede ejemplificarse así:

A principios de la década del 2000, un programador de software de Texas llamado Evan Brown  elaboró las piezas finales de un sistema para convertir datos de sistemas informáticos centrales  en lenguajes de programación contemporáneos. Era una innovación que creía que podría cambiar un software antiguo en máquinas más rápidas. Trató de forjar un acuerdo con su empleador, DSC Communications, para trabajar en su idea y compartir las ganancias de ella.

Las negociaciones se rompieron. En última instancia, DSC demandó a Brown, alegó que había violado su contrato de trabajo. En un caso conocido como Alcatel USA, Inc. v. Brown, la compañía, que fue comprada por el gigante de las telecomunicaciones Alcatel, dijo que la idea de Brown era de su propiedad ya que había firmado un contrato que le otorgaba la propiedad de cualquier invención que se le ocurriera mientras estaba en la empresa.

En 2002, un tribunal de distrito de Texas se puso del lado de DSC, y Brown tuvo que entregar su innovación a su antiguo empleador.

El caso histórico se centró en la tensión entre los inventores que se esfuerzan por proteger y monetizar sus creaciones y las empresas que buscan usar y comercializar las invenciones de sus empleados. La cobertura mediática del caso lo posicionó como una advertencia para los tecnólogos con ideas creativas. Representó “una victoria para los negocios y un golpe para los pequeños”. Un titular de la época preguntaba: “¿Quién es el dueño de tu cerebro?”.

Para Chris Armstrong, el impacto continuo de la decisión de Alcatel presentó una oportunidad única para estudiar la intersección de los derechos de propiedad intelectual y la innovación.

La innovación está en el corazón del crecimiento económico. Es un tema muy candente en estos días. Muchos problemas económicos se reducen a derechos de propiedad poco claros. Y como académico, puedo simpatizar con la cuestión de quién conserva los derechos: ¿es la empresa o son los empleados?

Los empleados de las empresas desarrollan hasta el 90% de las invenciones patentables, en gran medida porque los inventores individuales suelen carecer de los recursos necesarios para desarrollar y comercializar sus ideas de forma independiente.

El caso de Alcatel marcó un cambio fundamental en la forma en que se determinan sus derechos de propiedad intelectual. Antes, era nebuloso quién poseía los derechos de propiedad intelectual. La decisión de la corte de apelaciones de no escuchar el caso de Brown realmente aclaró quién era el propietario de los derechos.

Antes de la decisión de Alcatel, los inventores podían poner a su empresa en una posición de “espera” amenazando con llevar sus innovaciones a un rival o lanzar su propia startup si no se cumplían demandas como salarios más altos.

En un ejemplo clásico de la década de 1950, el investigador William Shockley se sintió limitado por su empleador, Bell Labs, por lo que tomó sus ideas para desarrollar el transistor y comenzó su propia empresa, plantando las semillas de lo que se convertiría en Silicon Valley.

Alcatel sentó un precedente sobre quién es el propietario de las ideas de los empleados en todos los estados, excepto en los nueve que tienen legislación para proteger a los empleados inventores (California, Delaware, Illinois, Kansas, Minnesota, Carolina del Norte, Nevada, Utah y Washington).

 

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