Por Felipe Vega, presidente de Fundación CECANI, centrado en la capacitación de asociaciones civiles y otras figuras no lucrativas.

La industria de la moda por sí sola produce casi el 20% de las aguas residuales del mundo y es responsable de entre el 2 y el 8% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, según las Naciones Unidas.

En tanto, las fibras naturales como el algodón y la lana requieren mucha tierra y agua; y las fibras sintéticas, como el nailon, se derivan del petróleo, el gas o el carbón en un proceso químico intensivo en energía. así, producir un par de jeans requiere alrededor de 2,000 galones de agua, más que suficiente para suministrar a una persona ocho tazas de agua potable por día durante diez años.

Entonces, si no se hace nada, la industria de la moda representará más de una cuarta parte de la huella de carbono mundial para 2050.

No son solo los nuevos materiales, sino también el proceso para fabricarlos, lo que se está enfocando. Faber Futures del Reino Unido, así como TextileLab y Kukka en los Países Bajos, utilizan bacterias pigmentadas naturalmente para crear tintes libres de químicos. Otras empresas apuestan por la bioingeniería para alterar la textura, estructura e incluso el color de las telas al jugar con el ADN de las células de microorganismos.

No todos los materiales de base biológica son necesariamente buenos para el medio ambiente. Si tiene que cultivar y cosechar grandes cantidades de cactus, corcho u otras plantas solo con el propósito de hacer ropa, la huella de carbono podría volverse significativa. Un truco es utilizar residuos o subproductos en lugar de un cultivo agrícola.

El uso de desechos o subproductos toca la cuestión más amplia del reciclaje. Hacer que la industria de la confección sea más sostenible no se trata solo de los fabricantes, sino también de cambiar el comportamiento del consumidor,

Según la ONU, el consumidor promedio compra 60% más de prendas respecto a hace 15 años y usa cada artículo solo la mitad de tiempo. los consumidores en el Reino Unido conservan su ropa solo 2,2 años, en promedio. Otras encuestas muestran que las prendas se tiran después de usarlas solo siete veces.

Estos datos nos plantean invertir en nuevas maneras de observar la ropa y accesorios como productos de uso, pero no quienes nos definen. Implica una nueva cultura en la que se resalte la importancia de la unicidad y del yo desde dentro, no por lo que se aparenta o desea expresar, sino por quiénes somos y la manera en la que interactuamos en la vida.

Mientras los valores sociales dependan de juicios banales y cortoplacistas, seguiremos nutriendo a una industria que cada vez provoca mayor efecto invernadero y momento a momento se vuelve desechable.

En esta misión de transculturización, las organizaciones de la sociedad civil tienen un rol relevante y trascendental. No se trata de perpetrar mitos y adorar a una industria que desea imbuirnos de un sentido de efimeridad y superficialidad. Debemos encontrar nuevas formas de expresión y rescate a lo verdaderamente valioso: la sustentabilidad.

 

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