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En México, en zonas como Lerma, Sonora y Baja California, donde la crisis hídrica es severa, los agricultores han adoptado soluciones para maximizar el uso de recursos hídricos y mantener la producción agrícola.
En el Día Mundial de la Alimentación, reflexionamos sobre la relación fundamental entre la gestión del agua y la producción de alimentos. En un mundo donde la escasez hídrica es cada vez más aguda, visibilizar el valor del agua es clave para garantizar un futuro alimentario sostenible y asegurar tanto la seguridad hídrica como la seguridad alimentaria.
Se estima que la población mundial alcanzará casi 10.000 millones de personas en 2050, lo que exigirá un uso más eficiente del agua en la producción de alimentos. Aunque la cantidad de agua utilizada diariamente para producir los alimentos que consume una persona puede variar según su dieta, una dieta promedio puede requerir entre 2 mil y 5 mil litros de agua al día (FAO).
Frente a este panorama, diversas organizaciones han tomado la iniciativa de mitigar el impacto de la escasez hídrica y fomentar prácticas que aseguren la sostenibilidad del sistema alimentario. Un ejemplo es Kilimo, que mediante sus Proyectos de Acción Climática, colabora con agricultores, empresas y comunidades para optimizar el uso del agua en las cuencas más afectadas. Estas iniciativas no solo buscan preservar este recurso vital, sino también promover un desarrollo económico y social más equilibrado en las regiones donde el agua es escasa.
El agua en la producción de alimentos
El impacto del agua en la agricultura comienza mucho antes de la cosecha. El agua es el recurso que permite que los cultivos crezcan y prosperen, y su manejo adecuado durante el riego es fundamental para garantizar una producción eficiente y sostenible. Sin embargo, el ciclo del agua no termina en el campo; sigue presente en cada paso de la cadena alimentaria:
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Riego eficiente: El 70% del agua dulce utilizada a nivel global se destina a la agricultura. Un riego eficiente no solo permite un uso responsable del agua, sino que también asegura que los cultivos reciban la cantidad adecuada para maximizar su rendimiento, sin desperdiciar recursos.
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Producción: Desde el momento en que se cosechan los cultivos, el agua sigue siendo crucial para su transformación en productos alimenticios. La industria alimentaria depende del agua para procesar, limpiar y preparar los alimentos que se consumen a diario.
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Consumo: Finalmente, el agua es un componente clave en la preparación y consumo de alimentos. Desde el riego que hizo posible la producción de frutas y verduras frescas hasta el agua utilizada para cocinar y preparar alimentos en los hogares, su importancia a lo largo de la cadena alimentaria es innegable.
Como señala Jairo Trad, CEO y cofundador de Kilimo: “Detrás de cada alimento que consumimos, hay un gran volumen de agua que ha sido necesario en cada etapa de su producción. Gestionarla eficientemente no solo garantiza la seguridad alimentaria, sino que también impulsa el desarrollo económico y social de las comunidades.”
Para ponerlo en perspectiva, datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) se estima que producir un solo tomate requiere 13 litros de agua, mientras que una papa necesita 25 litros, una naranja 50 litros y una manzana 70 litros. En el caso de las legumbres y cereales, la cantidad de agua necesaria aumenta considerablemente: por ejemplo, se requieren 1,250 litros de agua para producir un kilogramo de lentejas. Los alimentos de origen animal, sin embargo, tienen una huella hídrica aún mayor: producir un kilogramo de pollo requiere 4, 300 litros, mientras que el queso demanda 4, 800 litros por kilogramo. Entre las huellas más elevadas destacan las de la carne de cerdo (6, 000 litros por kilogramo), la de cordero (8, 700 litros por kilogramo) y la de ternera, que necesita 15, 000 litros por kilogramo.
Impacto en América Latina
A través de los Proyectos de Acción Climática, Kilimo está abordando la crisis hídrica en diversas regiones clave de América Latina, con resultados concretos:
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En Argentina, el trabajo se enfoca en Mendoza y también Entre Ríos, donde el monitoreo y acceso al agua para riego es vital.
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En Chile, las acciones están concentradas en la cuenca del Maipo, mejorando la eficiencia hídrica en una región agrícola clave para el país.
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En México, en zonas como Lerma, Sonora y Baja California, donde la crisis hídrica es severa, los agricultores han adoptado soluciones para maximizar el uso de recursos hídricos y mantener la producción agrícola.
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En Brasil, los proyectos en la cuenca del río Tietê han permitido a los agricultores gestionar mejor su consumo de agua, reduciendo el impacto ambiental y mejorando la sostenibilidad de sus actividades.
El desafío de visibilizar el agua
El reto no solo reside en producir alimentos, sino en asegurar que los recursos naturales, especialmente el agua, se utilicen de forma responsable y eficiente para garantizar la seguridad hídrica y alimentaria. La misión es poner en valor el papel esencial del agua en cada etapa de la producción alimentaria. “El agua es el eje de todo el ciclo productivo, y su valor es invisible hasta que se enfrenta su escasez,” destaca Trad. “El objetivo es ayudar a agricultores, empresas y comunidades a gestionar este recurso de forma eficiente para garantizar un futuro alimentario sostenible.”
Compromiso a largo plazo
En este Día Mundial de la Alimentación, no cabe duda de que el camino es seguir colaborando con agricultores y comunidades en toda América Latina para poner en valor el papel del agua en la producción de alimentos y promover prácticas agrícolas sostenibles. La seguridad alimentaria no depende solo de la innovación tecnológica, sino también del esfuerzo colectivo para enfrentar los desafíos que presenta el cambio climático. El trabajo continuará para asegurar un futuro resiliente, donde el agua y los alimentos sean accesibles para todos.