Por Martín de J. Takagui

Es urgente que el actual gobierno de la autollamada cuarta transformación se ponga a trabajar en nuevas estrategias para salvar las vidas de miles de mexicanos que están en riesgo por motivos y la mala gestión de los estragos que causan los fenómenos meteorológicos, las amenazas crecen, los estragos cada vez son mayores y la gente se encuentra desamparada.

Las políticas sociales que llevaron a acabar con los fideicomisos y en especial con el Fondo Nacional de Prevención de Desastres (FONDEN) hoy demuestran que fue una decisión equivocada, su ausencia durante esta temporada de huracanes y lluvias será evidente pues se espera que haya aguaceros mucho mas intensos que en años anteriores.

Tradicionalmente se considera temporada de huracanes y lluvias desde mediados del mes de mayo hasta el fin de noviembre, periodo en el que, en promedio se registran 14 depresiones tropicales, que se convierten en tormentas tropicales y que alrededor de cinco a siete, cada año podrían convertirse en huracán.

Por ambas costas del territorio mexicano, ya sea por el Océano Pacífico, por el Mar Caribe, por el Océano Atlántico o el Golfo de México, para este año se ha previsto la formación de hasta 20 fenómenos hidrometeorológicos, según la Comisión Nacional del Agua, pero en realidad, especialistas en la materia hablan de hasta 30 o 32 fenómenos, de los cuales, hasta 20 podrían convertirse en huracanes.

Existen razones por las que el incremento en el número de fenómenos no tiene vuelta atrás y por ello, las contingencias meteorológicas deben ser atendidos con una nueva visión, esperando que éstas sean catastróficas en más ocasiones cada año y esto tiene sus razones, no naturales, pero sí provenientes de la fuerza de la naturaleza, que, contra ella nada puede hacer el ser humano.

Y es que el gobierno está obligado a construir, planificar, implementar y desarrollar políticas de Estado en la materia, que van más allá de lo que duren los gobiernos de la llamada cuarta transformación, porque el calentamiento global, es algo producido por el hombre, pero que ha afectado a la naturaleza.

Las altas temperaturas provocadas por el calentamiento global, consecuencia de la alta concentración de gases de efecto invernadero han provocado una mayor cantidad de agua evaporada, misma que se mantiene en la atmósfera a manera de nubes y a su vez, aumentan la cantidad de agua de lluvia.

Al mismo tiempo, los océanos se han calentado por la misma causa, las altas temperaturas del mar en los océanos Pacífico y Atlántico afectan el clima de todo el mundo, y por ello, el Golfo de México se ve amenazado, como la costa pacífico por la formación de depresiones tropicales, tormentas tropicales y huracanes cuyas principales características son vientos de más de 150 kilómetros por hora y que puede llegar hasta 260, como depresiones pluviales cada día más intensas.

Uno de los principales problemas que deben atender las nuevas políticas de prevención de riesgos y de Protección Civil que están a cargo de Laura Velázquez Alzúa, Coordinadora de Seguridad y Protección Ciudadana, de la Secretaría de Gobernación, cuya titular es Rosa Icela Rodríguez y es la intensidad con la que caen las lluvias, no es que caiga más agua, sino que en una hora o dos, puede haber localidades que reciban el agua que correspondía a todo un mes.

Esas grandes cantidades de agua deben administrarse, dosificarse y conducirse de manera que eviten los daños a las personas y sus patrimonios, lo que origina también destrucción de cultivos, desgajamiento de cerros y montañas, desbordamientos de ríos que afectan caminos y carreteras, innumerables daños que deben prevenirse.

La furia de la naturaleza es incontenible, las rutas naturales del agua están trazadas y no puede ser el hombre quien diga por dónde va a circular el agua de lluvia. Es evidente que la Ciudad de México, como los municipios conurbados del estado de México, como lo hemos visto, Tultitlán, Ecatepec, Nezahualcóyotl, Atizapán de Zaragoza, Naucalpan, Tlalnepantla, los Cuautitlanes, Coacalco, sufren permanentemente de inundaciones por las fuertes lluvias.

Las zonas urbanas son las principales áreas de riesgo, pero tanto el Estado de México como la capital del país, debieran contar con un protocolo de protección civil común, porque ocupan una misma cuenca, que intercomunica sus corrientes de agua.

Para hacer frente a todo esto, se requiere de tres tipos de políticas a cargo del gobierno federal: las políticas de Estado, que deben prever lineamientos a nivel nacional y federal, fondos suficientes para apoyar las emergencias en donde quiera que ocurran.

Las políticas de Gobierno, que son las que se deben diseñar por los gobiernos estatales y municipales, dependiendo de las condiciones orográficas y urbanas, como por la ubicación de ríos y costas, así como las políticas públicas, en las que debe participar la comunidad, a través de sus protecciones en sus domicilios, la ubicación de albergues y los planes familiares de protección.

Hay mucho trabajo por hacer.