La Secretaría de Cultura del Gobierno de México, a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), rindió homenaje a los antropólogos Miguel Alberto Bartolomé Bistoletti y Alicia Mabel Barabas Reyna, quienes han estado estrechamente asociados a las configuraciones étnicas del país, cuyas realidades serían aún desconocidas sin los más de 20 libros y el centenar de ensayos que han legado de manera individual o compartida, en los últimos 50 años.
El director general del INAH, Diego Prieto Hernández, expresó que este reconocimiento, en el marco de la 34 Feria Internacional de Antropología e Historia (FILAH), no es solo a su amplia trayectoria académica forjada al interior del instituto, sino al espíritu de colaboración entre dos investigadores que encontraron en los pueblos indígenas, particularmente de Oaxaca, Yucatán y Morelos, un proyecto común.
“El INAH está orgulloso de la trayectoria de sus investigadores eméritos, dos colegas prolíficos, dedicados, esforzados, críticos, libres y congruentes en el ejercicio de su disciplina. La antropología mexicana y latinoamericana les deben mucho. Alicia Barabas y Miguel Bartolomé han abogado porque el reconocimiento de México como un país pluricultural en su Carta Magna, –condición que se sustenta en sus pueblos originarios− sea un pluralismo en los hechos, un pluralismo de derecho, pleno.
“Para ello, los propios pueblos deben alzar su voz, señalar su singularidad, su presencia y el respeto a su autodeterminación política y sociocultural. La primera campanada de esta asignatura pendiente fue el alzamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, en 1994. Por otro lado, los profesionales de las disciplinas antropológicas son los responsables de dar contenido a esa pluralidad cultural, y en esta tarea de documentar, Alicia Barabas y Miguel Bartolomé han sido fundamentales”, sostuvo el titular del INAH.
En su intervención, Barabas y Bartolomé enfatizaron que todo ha sido aprendizaje desde su llegada a México en 1972, cuando arribaron con 23 y 27 años, respectivamente, procedentes de su natal Argentina. Recién graduados, empezaron “al revés”, yendo primero al campo, convencidos de la ideología del pluralismo cultural.
“Lo que aprendimos aquí, desde el principio, fue la importancia que en México se le daba a los pueblos indígenas, en ese entonces, de forma única en Latinoamérica. Estaban siempre presentes en las políticas y en el pensamiento no solo de los antropólogos, sino de la sociedad nacional. A veces de una manera no muy agradable, pero el indigenismo se ha transformado notablemente al día de hoy”, refirió Alicia Barabas.
Miguel Bartolomé extendió este agradecimiento a México y al INAH, “que nos abrió sus puertas desde un primer momento, a través del brillante académico Guillermo Bonfil Batalla. Las instituciones trascienden a los individuos, pero cada colectivo le imprime un matiz especial. Por ello, agradecemos a nuestro instituto, el habernos permitido participar y compartir con colegas en fructíferos proyectos de investigación, como el de Etnografía de las Regiones Indígenas de México en el Nuevo Milenio, el cual fue modelo a nivel internacional”.
Al moderar el conversatorio, el antropólogo Saúl Millán Valenzuela, consideró que la obra de ambos investigadores destaca por su variedad temática y amplitud de problemáticas tratadas, así como por la unidad de sus reflexiones y la constancia de sus objetivos: “situar esta obra en el horizonte de la antropología mexicana equivale a reconocer su importancia, e implica reservarle un lugar en la historia del INAH, su casa desde 1973”.
En el homenaje, celebrado en el Auditorio Jaime Torres Bodet del Museo Nacional de Antropología, distintos colegas compararon su producción intelectual con la de grandes nombres de la antropología mexicana, como Gonzalo Aguirre Beltrán, Alfredo López Austin y el propio Bonfil. Así queda manifiesto en estudios memorables: Tierra de la palabra, Utopías indias, La pluralidad en peligro, Librar el camino, Gente de costumbre y gente de razón, por citar algunas publicaciones.
El antropólogo y crítico cultural argentino, Néstor García Canclini, llamó la atención sobre la forma en que se autoidentifican Bartolomé y Barabas, “barbar”, la cual podría señalar “que nosotros (la cultura dominante) somos los bárbaros, los que no sabemos hablar, entender otros lenguajes, con su propio significado”, y no así las culturas indígenas como la maya, chatina y chinanteca, a las que se han aproximado.
Asimismo, dijo, “resulta significativo que hayan abarcado al estado pluriétnico de Oaxaca, asumiendo que la organización regional y nacional los hace vivir en situación de interculturalidad. La otra operación de estos autores consiste en practicar sus análisis con instrumentos interdisciplinarios, confrontando el saber etnográfico con los estudios y elaboraciones teóricas de las sociologías políticas, la economía y la filosofía europeas, estadounidenses, asiáticas y de varios países latinoamericanos”.
El investigador emérito de la Universidad Autónoma Metropolitana, Gustavo Lins Ribeiro, habló de la lucha política compartida con ambos en la década de 1980, contra proyectos extractivos, demostrando sus efectos sobre poblaciones locales, indígenas y campesinas.
En tanto, el profesor del INAH, Pedro Lewin Fischer, destacó las permanentes afirmaciones de Bartolomé y Barabas “por valorar el oficio etnográfico como una ruta empírica que permite entender y mostrar los diferentes rostros de la aventura humana”.
Por su parte, las antropólogas del INAH, Aída Castilleja González y Maya Lorena Pérez Ruiz, destacaron la apuesta de ambos decanos por el pluralismo cultural, convencidos de que este rebasa la simple coexistencia de diversas culturas, perspectiva que los distanció de la antropología indigenista. Al paso del tiempo, ese enfoque fue esencial para el Programa Etnografía de las Regiones Indígenas de México, del que fueron coordinadores del área de Oaxaca.
Para finalizar, vía remota, los homenajeados también recibieron mensajes de discípulos, colegas y familiares, como Cristina Quintanar, Nallely Moreno Moncayo, Luis Eugenio Campos, Juan Carlos Radovich, Jean Langdon y Carlos Bartolomé, quien manifestó el valor ético insoslayable de su hermano Miguel y de Alicia, quienes “poco antes de terminar sus primeros estudios de grado, abrazaron el estudio de campo, como el lugar no solo para producir conocimiento, sino para comprometerse con la cultura de los pueblos originarios. Ese compromiso puede verse en cada palabra escrita y cada ponencia pronunciada a lo largo de sus carreras”, finalizó.