Se Apaga el PRI
Como una llama que se va extinguiendo por falta de combustible, por falta de oxígeno, porque la vida ya no le da para más, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) entra en lo que podría ser la última etapa de su decadencia y posible desaparición después de que en los comicios de 2024 sus niveles de votación cayeron a los peores niveles de su historia.
A pesar de que el tricolor fue un partido que supo adaptarse y evolucionar al ritmo y con las expectativas de la sociedad mexicana, en esta última etapa, después de su segunda derrota en la competencia presidencial, en la que ya no tuvo capacidad para postular a un candidato propio para la primera magistratura, hoy el horizonte para el Partido de la Revolución tiene muy poco alcance.
La llegada de Alejandro “Alito” Moreno Cárdenas, a la dirigencia nacional tricolor y lo que debía haber sido una dirigencia de transición, representó una administración que pareciera, estaría destinada a concluir con la vida política del otrora partidazo, la otrora aplanadora electoral o el partido que permaneció en la hegemonía política de México durante 71 años.
Elección tras elección, ya sea a nivel municipal, estatal o federal, desde 2018, ese partido ha perdido cada vez más puestos políticos, perdió su capacidad de ganar posiciones a través de los votos, perdió su estructura territorial, perdió su conexión con la sociedad y en 2023 perdió el último bastión que era el Estado de México, a pesar del poderosísimo “Grupo Atlacomulco”.
Hoy después de siete años de haber concluido la última administración federal priista el edificio del PRI en Insurgentes Norte, en Buenavista, luce desolado, triste, sin el ir y venir de empleados, trabajadores, líderes, militantes y legisladores, alcaldes, gobernadores, que en otros tiempos llegaban a todas las oficinas a gestionar acciones, a entregar cuentas del trabajo político y a mantener viva la sangre militante que corría por sus venas.
Hace dos años, a sus propios trabajadores, aun siendo una acción prohibida por la Carta Magna que tanto defendieron sus legisladores en el Congreso de la Unión vivieron la reducción de sus salarios, en algunos casos, pero en otros vivieron el despido bajo presiones para que aceptaran liquidaciones ofensivas.
Lo mismo se repitió en noviembre del año pasado, decenas o cientos de trabajadores o “militantes”, como ellos les llaman para evitar el pago de las prestaciones de ley, también fueron despedidos pero apenas hace algunas semanas volvieron a reducir, ilegalmente los salarios, situación que la mayoría de ellos tuvieron que aguantar, pus la otra opción era que los despedirían.
Para muestra un botón, una persona que hacía trabajos diversos de oficina, especializados, tenía hasta noviembre pasado un salario de 17 mil pesos, con 14 años de antigüedad la obligaron a aceptar poco menos de cien mil pesos.
Hoy el PRI de Alito Moreno pareciera ser una estructura monárquica, en la que un solo hombre es el que manda, tanto en las filas tricolores, como en las bancadas legislativas de las Cámaras de Diputados y de Senadores.
Todos están alineados, como las dirigencias estatales, cuyos titulares le deben sus cargos al propio presidente del Comité Ejecutivo Nacional, porque ya también se han acabado las elecciones democráticas internas y tienen la obligación de preservar sus estructuras con el mínimo de personal y gastos.
El PRI se encuentra en una fase terminal, las elecciones de 2027 podrían ser lo que para el Partido de la Revolución Democrática (PRD) fue el 2024, su desaparición como partido político nacional, que ahora es un partido local en la Ciudad de México.
Es posible que para el 4 de marzo 2029, que sería el centenario del partido que funcó Plutarco Elías Calles, como el Partido de la Revolución Mexicana no llegue con vida o bien que solamente sus siglas permanezcan en el círculo tricolor, pero con un acomodo diferente: RIP.